sábado, 21 de noviembre de 2009

lunes, 16 de noviembre de 2009

Representación: "El Patito Feo".

Mi papel en la obra es:
  • El narrador

- Cuando la señora pata acabó de incubar y nacieron la polluelos todos hicieron grandes elogios de los pequeños patitos, pero al rato la señora pata se dio cuenta que faltaba de romper un huevo.

- Pasaron unos días y cuando la pata madre ya empezaba apensar que aquel huevo no na
cería nada, apareció un nuevo pollito, pero que susto se dio al verle.


- Cuando al día siguiente fueron al estanque y lo vio nadar, a la pata madre no le quedó ninguna duda de que era un patio y no un pavo, por lo bien que nadaba, pero al pesar de todo, los demás patos le insultaba...


- El pobre patito estaba desesperado.


- Tanto sufría el pobre patito que un día aprovechando un descuido de sus padres huyo del corral, y camino durante días y días, hasta que llego a un laguna, donde cansado y con mucha hambre se quedó dormido, hasta que le despertaron las burlas de dos patos silvestres.


- Cuando se marchó el perro el patito siguió andando y se encontró con un gato y una gallina.


- El patito humillado, agachó la cabeza y se fue.


- Llego el invierno y el patito estaba a punto de quedarse congelado cuando lo encontró una campesina y lo llevó a su casa.


- Allí pasó todo el invierno, pero un día intentó aprender a volar y tiró al suelo un jarrón y lo rompió.

- El patito escapó corriendo y llegó a un lago.

- El pobre patito se miró en el agua y casi se desmaya del susto, pues le habían cambiado las plumas y era un verdadero cisne blanco.

- A partir de ese día el patito fue muy feliz con sus nuevos compañeros.


Fin.

viernes, 13 de noviembre de 2009

El Patito Feo.

Qué hermosos eran los días de verano! ¡Qué agradable resultaba pasear por el campo y ver el trigo amarillo, la verde avena y las parvas de heno apilado en las llanuras! Sobre sus largas patas rojas iba la cigüeña junto a algunos flamencos, que se paraban un rato sobre cada pata. Sí, era realmente encantador estar en el campo.
Bañada de sol se alzaba allí una vieja mansión solariega a la que rodeaba un profundo foso; desde sus paredes hasta el borde del agua crecían unas plantas de hojas gigantescas, las mayores de las cuales eran lo suficientemente grandes para que un niño pequeño pudiese pararse debajo de ellas. Aquel lugar resultaba tan enmarañado y agreste como el más denso de los bosques, y era allí donde cierta pata había hecho su nido. Ya era tiempo de sobra para que naciesen los patitos, pero se demoraban tanto, que la mamá comenzaba a perder la paciencia, pues casi nadie venía a visitarla.
Al fin los huevos se abrieron uno tras otro. “¡Pip, pip!”, decían los patitos conforme iban asomando sus cabezas a través del cascarón.
-¡Cuac, cuac! -dijo la mamá pata, y todos los patitos se apresuraron a salir tan rápido como pudieron, dedicándose enseguida a escudriñar entre las verdes hojas. La mamá los dejó hacer, pues el verde es muy bueno para los ojos.
-¡Oh, qué grande es el mundo! -dijeron los patitos. Y ciertamente disponían de un espacio mayor que el que tenían dentro del huevo.
-¿Creen acaso que esto es el mundo entero? -preguntó la pata-. Pues sepan que se extiende mucho más allá del jardín, hasta el prado mismo del pastor, aunque yo nunca me he alejado tanto. Bueno, espero que ya estén todos -agregó, levantándose del nido-. ¡Ah, pero si todavía falta el más grande! ¿Cuánto tardará aún? No puedo entretenerme con él mucho tiempo.
Y fue a sentarse de nuevo en su sitio.
-¡Vaya, vaya! ¿Cómo anda eso? -preguntó una pata vieja que venía de visita.
-Ya no queda más que este huevo, pero tarda tanto… -dijo la pata echada-. No hay forma de que rompa. Pero fíjate en los otros, y dime si no son los patitos más lindos que se hayan visto nunca. Todos se parecen a su padre, el muy bandido. ¿Por qué no vendrá a verme?
-Déjame echar un vistazo a ese huevo que no acaba de romper -dijo la anciana-. Te apuesto a que es un huevo de pava. Así fue como me engatusaron cierta vez a mí. ¡El trabajo que me dieron aquellos pavitos! ¡Imagínate! Le tenían miedo al agua y no había forma de hacerlos entrar en ella. Yo graznaba y los picoteaba, pero de nada me servía… Pero, vamos a ver ese huevo…
-Creo que me quedaré sobre él un ratito aún -dijo la pata-. He estado tanto tiempo aquí sentada, que un poco más no me hará daño.
-Como quieras -dijo la pata vieja, y se alejó contoneándose.
Por fin se rompió el huevo. “¡Pip, pip!”, dijo el pequeño, volcándose del cascarón. La pata vio lo grande y feo que era, y exclamó:
-¡Dios mío, qué patito tan enorme! No se parece a ninguno de los otros. Y, sin embargo, me atrevo a asegurar que no es ningún crío de pavos.
Al otro día hizo un tiempo maravilloso. El sol resplandecía en las verdes hojas gigantescas. La mamá pata se acercó al foso con toda su familia y, ¡plaf!, saltó al agua.
-¡Cuac, cuac! -llamaba. Y uno tras otro los patitos se fueron abalanzando tras ella. El agua se cerraba sobre sus cabezas, pero enseguida resurgían flotando magníficamente. Movíanse sus patas sin el menor esfuerzo, y a poco estuvieron todos en el agua. Hasta el patito feo y gris nadaba con los otros.
-No es un pavo, por cierto -dijo la pata-. Fíjense en la elegancia con que nada, y en lo derecho que se mantiene. Sin duda que es uno de mis pequeñitos. Y si uno lo mira bien, se da cuenta enseguida de que es realmente muy guapo. ¡Cuac, cuac! Vamos, vengan conmigo y déjenme enseñarles el mundo y presentarlos al corral entero. Pero no se separen mucho de mí, no sea que los pisoteen. Y anden con los ojos muy abiertos, por si viene el gato.
Y con esto se encaminaron al corral. Había allí un escándalo espantoso, pues dos familias se estaban peleando por una cabeza de anguila, que, a fin de cuentas, fue a parar al estómago del gato.
-¡Vean! ¡Así anda el mundo! -dijo la mamá relamiéndose el pico, pues también a ella la entusiasmaban las cabezas de anguila-. ¡A ver! ¿Qué pasa con esas piernas? Anden ligeros y no dejen de hacerle una bonita reverencia a esa anciana pata que está allí. Es la más fina de todos nosotros. Tiene en las venas sangre española; por eso es tan regordeta. Fíjense, además, en que lleva una cinta roja atada a una pierna: es la más alta distinción que se puede alcanzar. Es tanto como decir que nadie piensa en deshacerse de ella, y que deben respetarla todos, los animales y los hombres. ¡Anímense y no metan los dedos hacia adentro! Los patitos bien educados los sacan hacia afuera, como mamá y papá… Eso es. Ahora hagan una reverencia y digan ¡cuac!
Todos obedecieron, pero los otros patos que estaban allí los miraron con desprecio y exclamaron en alta voz:
-¡Vaya! ¡Como si ya no fuésemos bastantes! Ahora tendremos que rozarnos también con esa gentuza. ¡Uf!… ¡Qué patito tan feo! No podemos soportarlo.
Y uno de los patos salió enseguida corriendo y le dio un picotazo en el cuello.
-¡Déjenlo tranquilo! -dijo la mamá-. No le está haciendo daño a nadie.
-Sí, pero es tan desgarbado y extraño -dijo el que lo había picoteado-, que no quedará más remedio que despachurrarlo.
-¡Qué lindos niños tienes, muchacha! -dijo la vieja pata de la cinta roja-. Todos son muy hermosos, excepto uno, al que le noto algo raro. Me gustaría que pudieras hacerlo de nuevo.
-Eso ni pensarlo, señora -dijo la mamá de los patitos-. No es hermoso, pero tiene muy buen carácter y nada tan bien como los otros, y me atrevería a decir que hasta un poco mejor. Espero que tome mejor aspecto cuando crezca y que, con el tiempo, no se le vea tan grande. Estuvo dentro del cascarón más de lo necesario, por eso no salió tan bello como los otros.
Y con el pico le acarició el cuello y le alisó las plumas.
-De todos modos, es macho y no importa tanto -añadió-, Estoy segura de que será muy fuerte y se abrirá camino en la vida.
-Estos otros patitos son encantadores -dijo la vieja pata-. Quiero que se sientan como en su casa. Y si por casualidad encuentran algo así como una cabeza de anguila, pueden traérmela sin pena.
Con esta invitación todos se sintieron allí a sus anchas. Pero el pobre patito que había salido el último del cascarón, y que tan feo les parecía a todos, no recibió más que picotazos, empujones y burlas, lo mismo de los patos que de las gallinas.
-¡Qué feo es! -decían.
Y el pavo, que había nacido con las espuelas puestas y que se consideraba por ello casi un emperador, infló sus plumas como un barco a toda vela y se le fue encima con un cacareo, tan estrepitoso que toda la cara se le puso roja. El pobre patito no sabía dónde meterse. Sentíase terriblemente abatido, por ser tan feo y porque todo el mundo se burlaba de él en el corral.
Así pasó el primer día. En los días siguientes, las cosas fueron de mal en peor. El pobre patito se vio acosado por todos. Incluso sus hermanos y hermanas lo maltrataban de vez en cuando y le decían:
-¡Ojalá te agarre el gato, grandulón!
Hasta su misma mamá deseaba que estuviese lejos del corral. Los patos lo pellizcaban, las gallinas lo picoteaban y, un día, la muchacha que traía la comida a las aves le asestó un puntapié.
Entonces el patito huyó del corral. De un revuelo saltó por encima de la cerca, con gran susto de los pajaritos que estaban en los arbustos, que se echaron a volar por los aires.
“¡Es porque soy tan feo!” pensó el patito, cerrando los ojos. Pero así y todo siguió corriendo hasta que, por fin, llegó a los grandes pantanos donde viven los patos salvajes, y allí se pasó toda la noche abrumado de cansancio y tristeza.
A la mañana siguiente, los patos salvajes remontaron el vuelo y miraron a su nuevo compañero.
-¿Y tú qué cosa eres? -le preguntaron, mientras el patito les hacía reverencias en todas direcciones, lo mejor que sabía.
-¡Eres más feo que un espantapájaros! -dijeron los patos salvajes-. Pero eso no importa, con tal que no quieras casarte con una de nuestras hermanas.
¡Pobre patito! Ni soñaba él con el matrimonio. Sólo quería que lo dejasen estar tranquilo entre los juncos y tomar un poquito de agua del pantano.
Unos días más tarde aparecieron por allí dos gansos salvajes. No hacía mucho que habían dejado el nido: por eso eran tan impertinentes.
-Mira, muchacho -comenzaron diciéndole-, eres tan feo que nos caes simpático. ¿Quieres emigrar con nosotros? No muy lejos, en otro pantano, viven unas gansitas salvajes muy presentables, todas solteras, que saben graznar espléndidamente. Es la oportunidad de tu vida, feo y todo como eres.
-¡Bang, bang! -se escuchó en ese instante por encima de ellos, y los dos gansos cayeron muertos entre los juncos, tiñendo el agua con su sangre. Al eco de nuevos disparos se alzaron del pantano las bandadas de gansos salvajes, con lo que menudearon los tiros. Se había organizado una importante cacería y los tiradores rodeaban los pantanos; algunos hasta se habían sentado en las ramas de los árboles que se extendían sobre los juncos. Nubes de humo azul se esparcieron por el oscuro boscaje, y fueron a perderse lejos, sobre el agua.
Los perros de caza aparecieron chapaleando entre el agua, y, a su avance, doblándose aquí y allá las cañas y los juncos. Aquello aterrorizó al pobre patito feo, que ya se disponía a ocultar la cabeza bajo el ala cuando apareció junto a él un enorme y espantoso perro: la lengua le colgaba fuera de la boca y sus ojos miraban con brillo temible. Le acercó el hocico, le enseñó sus agudos dientes, y de pronto… ¡plaf!… ¡allá se fue otra vez sin tocarlo!
El patito dio un suspiro de alivio.
-Por suerte soy tan feo que ni los perros tienen ganas de comerme -se dijo. Y se tendió allí muy quieto, mientras los perdigones repiqueteaban sobre los juncos, y las descargas, una tras otra, atronaban los aires.
Era muy tarde cuando las cosas se calmaron, y aún entonces el pobre no se atrevía a levantarse. Esperó todavía varias horas antes de arriesgarse a echar un vistazo, y, en cuanto lo hizo, enseguida se escapó de los pantanos tan rápido como pudo. Echó a correr por campos y praderas; pero hacía tanto viento, que le costaba no poco trabajo mantenerse sobre sus pies.
Hacia el crepúsculo llegó a una pobre cabaña campesina. Se sentía en tan mal estado que no sabía de qué parte caerse, y, en la duda, permanecía de pie. El viento soplaba tan ferozmente alrededor del patito que éste tuvo que sentarse sobre su propia cola, para no ser arrastrado. En eso notó que una de las bisagras de la puerta se había caído, y que la hoja colgaba con una inclinación tal que le sería fácil filtrarse por la estrecha abertura. Y así lo hizo.
En la cabaña vivía una anciana con su gato y su gallina. El gato, a quien la anciana llamaba “Hijito”, sabía arquear el lomo y ronronear; hasta era capaz de echar chispas si lo frotaban a contrapelo. La gallina tenía unas patas tan cortas que le habían puesto por nombre “Chiquitita Piernascortas”. Era una gran ponedora y la anciana la quería como a su propia hija.
Cuando llegó la mañana, el gato y la gallina no tardaron en descubrir al extraño patito. El gato lo saludó ronroneando y la gallina con su cacareo.
-Pero, ¿qué pasa? -preguntó la vieja, mirando a su alrededor. No andaba muy bien de la vista, así que se creyó que el patito feo era una pata regordeta que se había perdido-. ¡Qué suerte! -dijo-. Ahora tendremos huevos de pata. ¡Con tal que no sea macho! Le daremos unos días de prueba.
Así que al patito le dieron tres semanas de plazo para poner, al término de las cuales, por supuesto, no había ni rastros de huevo. Ahora bien, en aquella casa el gato era el dueño y la gallina la dueña, y siempre que hablaban de sí mismos solían decir: “nosotros y el mundo”, porque opinaban que ellos solos formaban la mitad del mundo , y lo que es más, la mitad más importante. Al patito le parecía que sobre esto podía haber otras opiniones, pero la gallina ni siquiera quiso oírlo.
-¿Puedes poner huevos? -le preguntó.
-No.
-Pues entonces, ¡cállate!
Y el gato le preguntó:
-¿Puedes arquear el lomo, o ronronear, o echar chispas?
-No.
-Pues entonces, guárdate tus opiniones cuando hablan las personas sensatas.
Con lo que el patito fue a sentarse en un rincón, muy desanimado. Pero de pronto recordó el aire fresco y el sol, y sintió una nostalgia tan grande de irse a nadar en el agua que -¡no pudo evitarlo!- fue y se lo contó a la gallina.
-¡Vamos! ¿Qué te pasa? -le dijo ella-. Bien se ve que no tienes nada que hacer; por eso piensas tantas tonterías. Te las sacudirías muy pronto si te dedicaras a poner huevos o a ronronear.
-¡Pero es tan sabroso nadar en el agua! -dijo el patito feo-. ¡Tan sabroso zambullir la cabeza y bucear hasta el mismo fondo!
-Sí, muy agradable -dijo la gallina-. Me parece que te has vuelto loco. Pregúne stale al gato, ¡no hay nadie tan listo como él! ¡Pregúntale a nuestra vieja ama, la mujer más sabia del mundo! ¿Crees que a ella le gusta nadar y zambullirse?
-No me comprendes -dijo el patito.
-Pues si yo no te comprendo, me gustaría saber quién podrá comprenderte. Deguro que no pretenderás ser más sabio que el gato y la señora, para no mencionarme a mí misma. ¡No seas tonto, muchacho! ¿No te has encontrado un cuarto cálido y confortable, donde te hacen compañía quienes pueden enseñarte? Pero no eres más que un tonto, y a nadie le hace gracia tenerte aquí. Te doy mi palabra de que si te digo cosas desagradables es por tu propio bien: sólo los buenos amigos nos dicen las verdades. Haz ahora tu parte y aprende a poner huevos o a ronronear y echar chispas.
-Creo que me voy a recorrer el ancho mundo -dijo el patito.
-Sí, vete -dijo la gallina.
Y así fue como el patito se marchó. Nadó y se zambulló; pero ningún ser viviente quería tratarse con él por lo feo que era.
Pronto llegó el otoño. Las hojas en el bosque se tornaron amarillas o pardas; el viento las arrancó y las hizo girar en remolinos, y los cielos tomaron un aspecto hosco y frío. Las nubes colgaban bajas, cargadas de granizo y nieve, y el cuervo, que solía posarse en la tapia, graznaba “¡cau, cau!”, de frío que tenía. Sólo de pensarlo le daban a uno escalofríos. Sí, el pobre patito feo no lo estaba pasando muy bien.
Cierta tarde, mientras el sol se ponía en un maravilloso crepúsculo, emergió de entre los arbustos una bandada de grandes y hermosas aves. El patito no había visto nunca unos animales tan espléndidos. Eran de una blancura resplandeciente, y tenían largos y esbeltos cuellos. Eran cisnes. A la vez que lanzaban un fantástico grito, extendieron sus largas, sus magníficas alas, y remontaron el vuelo, alejándose de aquel frío hacia los lagos abiertos y las tierras cálidas.
Se elevaron muy alto, muy alto, allá entre los aires, y el patito feo se sintió lleno de una rara inquietud. Comenzó a dar vueltas y vueltas en el agua lo mismo que una rueda, estirando el cuello en la dirección que seguían, que él mismo se asustó al oírlo. ¡Ah, jamás podría olvidar aquellos hermosos y afortunados pájaros! En cuanto los perdió de vista, se sumergió derecho hasta el fondo, y se hallaba como fuera de sí cuando regresó a la superficie. No tenía idea de cuál podría ser el nombre de aquellas aves, ni de adónde se dirigían, y, sin embargo, eran más importantes para él que todas las que había conocido hasta entonces. No las envidiaba en modo alguno: ¿cómo se atrevería siquiera a soñar que aquel esplendor pudiera pertenecerle? Ya se daría por satisfecho con que los patos lo tolerasen, ¡pobre criatura estrafalaria que era!
¡Cuán frío se presentaba aquel invierno! El patito se veía forzado a nadar incesantemente para impedir que el agua se congelase en torno suyo. Pero cada noche el hueco en que nadaba se hacía más y más pequeño. Vino luego una helada tan fuerte, que el patito, para que el agua no se cerrase definitivamente, ya tenía que mover las patas todo el tiempo en el hielo crujiente. Por fin, debilitado por el esfuerzo, quedose muy quieto y comenzó a congelarse rápidamente sobre el hielo.
A la mañana siguiente, muy temprano, lo encontró un campesino. Rompió el hielo con uno de sus zuecos de madera, lo recogió y lo llevó a casa, donde su mujer se encargó de revivirlo.
Los niños querían jugar con él, pero el patito feo tenía terror de sus travesuras y, con el miedo, fue a meterse revoloteando en la paila de la leche, que se derramó por todo el piso. Gritó la mujer y dio unas palmadas en el aire, y él, más asustado, metiose de un vuelo en el barril de la mantequilla, y desde allí lanzose de cabeza al cajón de la harina, de donde salió hecho una lástima. ¡Había que verlo! Chillaba la mujer y quería darle con la escoba, y los niños tropezaban unos con otros tratando de echarle mano. ¡Cómo gritaban y se reían! Fue una suerte que la puerta estuviese abierta. El patito se precipitó afuera, entre los arbustos, y se hundió, atolondrado, entre la nieve recién caída.
Pero sería demasiado cruel describir todas las miserias y trabajos que el patito tuvo que pasar durante aquel crudo invierno. Había buscado refugio entre los juncos cuando las alondras comenzaron a cantar y el sol a calentar de nuevo: llegaba la hermosa primavera.
Entonces, de repente, probó sus alas: el zumbido que hicieron fue mucho más fuerte que otras veces, y lo arrastraron rápidamente a lo alto. Casi sin darse cuenta, se halló en un vasto jardín con manzanos en flor y fragantes lilas, que colgaban de las verdes ramas sobre un sinuoso arroyo. ¡Oh, qué agradable era estar allí, en la frescura de la primavera! Y en eso surgieron frente a él de la espesura tres hermosos cisnes blancos, rizando sus plumas y dejándose llevar con suavidad por la corriente. El patito feo reconoció a aquellas espléndidas criaturas que una vez había visto levantar el vuelo, y se sintió sobrecogido por un extraño sentimiento de melancolía.
-¡Volaré hasta esas regias aves! -se dijo-. Me darán de picotazoesperaban. Y ls hasta matarme, por haberme atrevido, feo como soy, a aproximarme a ellas. Pero, ¡qué importa! Mejor es que ellas me maten, a sufrir los pellizcos de los patos, los picotazos de las gallinas, los golpes de la muchacha que cuida las aves y los rigores del invierno.
Y así, voló hasta el agua y nadó hacia los hermosos cisnes. En cuanto lo vieron, se le acercaron con las plumas encrespadas.
-¡Sí, mátenme, mátenme! -gritó la desventurada criatura, inclinando la cabeza hacia el agua en espera de la muerte. Pero, ¿qué es lo que vio allí en la límpida corriente? ¡Era un reflejo de sí mismo, pero no ya el reflejo de un pájaro torpe y gris, feo y repugnante, no, sino el reflejo de un cisne!
Poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de cisne. Se sentía realmente feliz de haber pasado tantos trabajos y desgracias, pues esto lo ayudaba a apreciar mejor la alegría y la belleza que le os tres cisnes nadaban y nadaban a su alrededor y lo acariciaban con sus picos.
En el jardín habían entrado unos niños que lanzaban al agua pedazos de pan y semillas. El más pequeño exclamó:
-¡Ahí va un nuevo cisne!
Y los otros niños corearon con gritos de alegría:
-¡Sí, hay un cisne nuevo!
Y batieron palmas y bailaron, y corrieron a buscar a sus padres. Había pedacitos de pan y de pasteles en el agua, y todo el mundo decía:
-¡El nuevo es el más hermoso! ¡Qué joven y esbelto es!
Y los cisnes viejos se inclinaron ante él. Esto lo llenó de timidez, y escondió la cabeza bajo el ala, sin que supiese explicarse la razón. Era muy, pero muy feliz, aunque no había en él ni una pizca de orgullo, pues este no cabe en los corazones bondadosos. Y mientras recordaba los desprecios y humillaciones del pasado, oía cómo todos decían ahora que era el más hermoso de los cisnes. Las lilas inclinaron sus ramas ante él, bajándolas hasta el agua misma, y los rayos del sol eran cálidos y amables. Rizó entonces sus alas, alzó el esbelto cuello y se alegró desde lo hondo de su corazón:
-Jamás soñé que podría haber tanta felicidad, allá en los tiempos en que era sólo un patito feo.

martes, 10 de noviembre de 2009

Adivina lo que es

Te lo digo y te repito y te lo vuelvo avisar, que por más que te lo digamos no lo vas a adivinar.





Doy al cielo resplandores cuando deja de llover: abanico de colores, que nunca podrás coger.





Dos hermanas muy unidas que caminan a un compás con las piernas por delante y los ojos por atrás.







Pérez anda, Gil camina,tonto será quien no lo adivina.





Dicen que soy rey y reino no tengo; dicen que soy rubio y no tengo pelo; afirman que ando y no me meneo; arreglo relojes sin ser relojero.






Sin el aire, yo no vivo; sin la tierra, yo me muero.Tengo yemas y no soy huevo. Tengo copa y no sombrero.







Siempre quietas, siempre inquietas, durmiendo de día, de noche despiertas.


Cuento de los 101 dalmatas

Esta historia sucedió hace mucho tiempo en el corazón de la ciudad de Londres, dónde vivían felices dos preciosos y encantadores dálmatas, Perdita y Pongo, en una casita del centro de la ciudad, con sus amos, Anita y Roger.Roger era pianista, y se pasaba el dia sentado al piano componiendo preciosas melodias; a Anita le gustaba mucho escucharle porque era un excelente músico.Anita y Roger tenían a su servicio a una dulce señora, ya mayor, llamada Nani. Aquel día, Nani había limpiado cuidadosamente el sótano Perdita estaba a punto de dar a luz.Pongo y Roger esperaron en el salón, llenos de impaciencia, el gran acontecimiento. Por fin se abrió la puerta del sótano y apareció Nani.-¡Son nueve! -anunció-¡Once! -gritó Anita desde abajo-.-¡No, trece!Poco después, se enteraron del número definitivo: ¡Quince!¡Quince cachorros! Pongo se sintió orgullosísimo... y completamente feliz.-¿Qué vamos a hacer con tantos? -preguntó Roger, al verlos.-¡Quedarnos con ellos, naturalmente -respondió Nani, meciendo a los tiernos cachorritos.Precisamente esa noche, la malvada Cruella de Vil fue a visitar a Anita, su antigua amiga del colegio. Cuando vio los cachorros, quiso comprarlos todos.-Os pagaré lo que me pidáis -dijo-No están en venta -respondió Roger señalando la puerta.Pongo empezó a gruñir y a enseñarle los dientes. Entonces Cruella, furiosa, se fue dando un portazo.-¡Quiero esos cachorros! -murmuró Cruella al salir-. ¡Y los tendré!Entonces se dirigió a casa de sus esbirros, Horacio y Gaspar, y les expuso su malvado plan.-Esperaremos a que les salgan las malditas manchas en la piel -les dijo-. Y entonces, aprovechando el paseo nocturno de Pongo y Perdita con sus amos, actuaremos. Aquella noche, como siempre, Roger y Anita fueron a dar un paseo por el parque, después de dejar a los cachorros dormidos y al cuidado de Nani.En cuanto Horacio y Gaspar les vieron alejarse entraron en la casa, encerraron a Nani y metieron en un saco a los perritos.Cuando regresaron Roger llamó a la policía, los cachorros habían desaparecido. Pero Pongo y Perdita pensaron que la "llamada del crepúsculo", el teléfono perruno, sería de mayor ayuda.-¡GUAU! ¡GUAUUUU! -ladró Pongo, con todas sus fuerza.Sus mensaje acabó siendo escuchado por un gran danés, que vivía en las afueras, y se encargó de pasarlo de esta manera a otros perros, y así llegó a todos los rincones del país.-¡QUINCE CACHORROS DÁLMATAS DESAPARECIDOS!Por fin la noticia llegó hasta el Coronel de la granja junto a la mansión de Vil.-Quizás estén allí -dijo el gato Tibbs.-¿Dónde? -preguntó el Coronel.-Esta noche he oído ruido en la mansión. Me dio la impresión de que había muchos cachorros, porque no paraban de ladrar.-Vamos a echar un vistazo! -ordenó el Coronel.-¡Por mis bigote! -exclamó asombrado a asomarse por la ventana -¡Son muchísimos! ¡Tendremos que comunicarlo a Londres rápidamente.Pongo llevaba toda la noche junto a la ventana.-Escucha...¡GUAU, GUAU, GUAU! Los han encontrado en una antigua casa de campo -dijo a Perdita.Los dos perros se pusieron en marcha y corrieron hasta que por fin llegaron a la granja del Coronel y sus compañeros.Allí les pusieron al corriente de lo que habían visto.Cuando llegaron a la casa, los esbirros de Cruella estaban viendo la televisión. Aún no había llegado el terrible momento: tenían que matar a los cachorros.-Son muchos... -dijo Perdita, contando los perritos-. 1,2,3,4..., 65...,98... ¡Pongo, son 99!-No te preocupes -murmuró Pongo-, Los llevaremos a todos.Y sigilosamente por un agujero fueron saliendo uno a uno sin que Horacio y Gaspar se dieran cuenta.Pero al acabar el programa de TV que estaban viendo comenzaron a buscar por todos los rincones.-¡Allí están! -gritó Cruella que llegaba en ese momento.-Se dirigen a la vieja granjaLos perritos asustados echaron a correr mientras el gato y el caballo amigos del Coronel les daban su merecido.-Tenemos que buscar un lugar donde refugiarnos -dijo Perdita en voz baja-. Los cachorros no resistirán mucho tiempo. Tienen hambre, frío y están muy cansados.-Venid a mi granja -les dijo un elegante collie, saliendo a su encuentro-. Pasaréis la noche en el establo con las vacas, ellas darán leche a los cachorrosDespués de llenar el estómago, los cachorros agotados, se quedaron dormidos sobre la suave y perfumada paja.Mientras el collie comunicó su plan a Pongo y Perdita.-Mañana iréis al pueblo.Los amos de mi amigo tienen un almacén y ante la puerta estará aparcado un camión de mudanzas. Os meteréis en él y os llevará a vuestra casa.-Pero los esbirros de Cruella nos perseguirán -dijo Perdita-Todo irá bien -respondió Pongo para tranquilizarla.Al día siguiente se dirigieron al almacén pero a pesar de los esfuerzos de Pongo por borrar sus huellas de la nieve, sus enemigos las encontraron.¡Cruella y sus hombres sabían la dirección que habían tomado!Cuando los perros se disponían a subir al camión, vieron llegar el coche de Cruella.-¡Rápido! -dijo el labrador-, escondeos en el sótano.A través de la ventan, Pongo, Perdita y el labrador vieron cómo Cruella, furiosa, bajaba del coche:-¡Sois unos ineptos! - gritabaLos cachorros ajenos al peligro se pusieron a jugar con el carbón.-¡Oh, no! -les dijo Perdita-¡No te preocupes! -dijo Pongo, revolcándose él también.-Se me ha ocurrido una idea.-Ya lo entiendo -dijo el labrador-, ahora podréis pasar por perros labradores y escapar.Y así fueron saliendo del almacén y subiendo al camión ante los ojos de Cruella y sus esbirros. Pero de repente, a uno de los cachorros le cayó un copo de nieve, se le quitó el hollín y volvió a ser ¡un dálmata!-¡Ahí están! -gritó Cruella.Pero el camión ya había arrancado dirección Londres con los perritos.Cruella furiosa siguió al vehículo, pero resbaló en una curva y el coche quedó destrozado en la cuneta.Mientras en casa, Anita estaba decorando el árbol de Navidad y Roger la miraba triste en su butaca.-No puedo creer que Pongo y Perdita nos hayan abandonado -dijo RogerDe pronto-¡GUAU, GUAU!-¡Son ellos! -grito Anita-¡son ellos Roger!-Mira, ¡hay noventa y nueve cachorros! -No importa -dijo Roger, completamente feliz-.¡Nos quedamos con todos!Y como esta casa es muy pequeña, ¡compraremos otra más grande en el campo!Los cachorritos...
Fin.

Cuento de Blanca Nieves


Érase una vez una hermosa reina que deseaba ardientemente la llegada de una niña. Un día que se encontraba sentada junto a la ventana en su aro de ébano, se picó el dedo con la aguja, y pequeñas gotas de sangre cayeron sobre la nieve acumulada en el antepecho de la ventana. La reina contempló el contraste de la sangre roja sobre la nieve blanca y suspiró.- ¡Cómo quisiera tener una hija que tuviera la piel tan blanca como la nieve, los labios rojos como la sangre y el cabello negro como el ébano!Poco tiempo después, su deseo se hizo realidad al nacerle una hermosa niña con piel blanca, labios rojos y cabello negro a quien dio el nombre de Blanca Nieves.Desafortunadamente, la reina murió cuando la niña era muy pequeña y el padre de Blanca Nieves contrajo matrimonio con una hermosa mujer y cruel que se preocupaba mas de su apariencia física que de hacer buenas acciones.La nueva Reina poseía un espejo mágico que podía responderle a todas las preguntas que ella le hacía. Pero la única que le interesaba era:- Espejo mágico, ¿quién es la más hermosa del reino?Invariablemente el espejo le respondía:- ¡La más bella eres tú! La vanidad de la Reina vivía satisfecha con la respuesta, hasta que un día, el espejo le respondió algo diferente:- Es verdad que su majestad es muy hermosa; pero ¡Blanca Nieves es la más hermosa del reino!Enfurecida, la envidiosa Reina grito:- ¿Blanca Nieves más hermosa que yo? ¡Imposible! ¡Eso no lo tolerare!Entonces mando llamar a su más fiel cazador.- ¡Llévate a Blanca Nieves a lo más profundo del bosque y mátala! Tráeme su corazón como prueba de que cumpliste mis ordenes.El cazador inclinó la cabeza en signo de obediencia y fue en busca de Blanca Nieves.¿Adónde vamos? preguntó la joven.- A dar un paseo por el bosque su Alteza, - respondió el cazador -. El pobre hombre acongojado, sabía que sería incapaz de ejecutar las ordenes de la Reina. Al llegar al medio del bosque, el cazador explicó a Blanca Nieves lo que sucedía y le dijo:- ¡Corre vete lejos de aquí y escóndete en donde la Reina no pueda encontrarte, y no regreses jamás a palacio!Muy asustada Blanca Nieves se fue llorando, el cazador mató a un jabalí y le sacó el corazón."La Reina creerá que es el corazón de Blanca Nieves" - pensó el cazador -."Así la princesa y yo viviremos más tiempo".Blanca Nieves se encontró sola en medio de la oscuridad del bosque. Estaba aterrorizada. Creía ver ojos en todas partes y los ruidos que escuchaba le causaban mucho miedo.Corrió sin rumbo alguno. Vagó durante horas, hasta que finalmente vio en un claro del bosque, una pequeña cabaña.- ¿Hay alguien en casa? - preguntó mientras tocaba a la puerta -.Como nadie respondía, Blanca Nieves la empujó y entró. En medio de la pieza vio una mesa redonda puesta para siete comensales. Sintiéndose segura y al abrigo, subió las escaleras que conducían a la planta alta donde descubrió, una al lado de la otra, siete camas pequeñas.- "Haré una pequeña siesta" - se dijo - ¡Estoy tan cansada! "Entonces se acostó y se quedó profundamente dormida.La cabaña pertenecía a los siete enanitos del bosque. Eran muy pequeños, tenían barbas largas y llevaban sombreros de vivos colores. Esa noche regresaron de una larga jornada de trabajo en la mina de diamantes.- ¡Miren! ¡Hay alguien durmiendo en nuestras camas! - . Uno de ellos tocó delicadamente el hombro de Blanca Nieves quien despertó sobresaltada.- ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? - preguntaron los enanitos sorprendidos -.Blanca Nieves les contó su trágica historia y ellos la escucharon llenos de compasión.- Quédate con nosotros -. Aquí estarás segura. - ¿Sabes preparar tartas de manzana? - preguntó uno de ellos -.- ¡Sí, sí! Puedo preparar cualquier cosa - respondió ella contenta -.- La tarta de manzana es nuestro postre preferido - le dijeron.Blanca Nieves se ocupaba de las faenas de la casa mientras ellos trabajaban en la mina de diamantes, y en la noche ella les contaba divertidas historias. Sin embargo, los enanitos se sentían inquietos por la seguridad de Blanca Nieves.- No hables con extraños cuando estés sola. Y, sobretodo, ¡no le abras la puerta a nadie! - le advertían al salir.- No se preocupen. Tendré mucho cuidado - les prometía -.Los meses pasaron y Blanca Nieves era cada vez más hermosa. Leía, bordaba y cantaba hermosas canciones. Algunas veces soñaba que se casaba con un apuesto príncipe.Entretanto la malvada Reina convencida de que Blanca Nieves estaba muerta, había cesado de interrogar a su espejo mágico. Pero una mañana decidió consultarlo de nuevo.- ¿Es verdad que yo soy la más hermosa del reino? - preguntó -.- No, tu no eres la más hermosa, la más hermosa - respondió el espejo - es Blanca Nieves, sigue siendo la más hermosa del reino.- ¡Pero Blanca Nieves está muerta! - No - contestó el espejo -. Está viva y habita con los siete enanitos del bosque.La Reina encolerizada mandó buscar al cazador, pero éste se había marchado del palacio. Entonces empezó a pensar como haría para deshacerse ella misma de la joven de una vez por todas.Blanca Nieves estaba preparando una tarta cuando una vieja aldeana se acercó a la casita. Era la malvada Reina disfrazada de mendiga.- Veo que estás preparando una tarta de manzanas - dijo la anciana asomándose por la ventana de la cocina -.- Sí - respondió nerviosamente Blanca Nieves -. Le ruego me disculpe pero no puedo hablar con extraños.¡Tienes razón! - respondió la Reina -. Yo simplemente quisiera regalarte una manzana. Las vendo para vivir y quizás un día quieras comprar. Son deliciosas ya veras.La Reina cortó un trozo de manzana y se lo llevó a la boca.- ¿Ves hijita? Una manzana no puede hacerte ningún mal. ¡Disfrútala! Y se alejó lentamente.Blanca Nieves no podía alejar sus ojos de la manzana. ¡No sólo parecía inofensiva, sino que se veía jugosa e irresistible!No puede estar envenenada, la anciana comió un trozo, se dijo. La pobre Blanca Nieves se dejó engañar. ¡La malvada reina había envenenado la otra mitad de la manzana! Poco después de haber mordido la manzana, Blanca Nieves cayó desmayada y una muerte aparente hizo su efecto de inmediato. Allí se la encontraron los siete enanos al regresar de la mina.- ¡Esto, sin duda alguna, es obra de la Reina! - gritaron angustiados mientras intentaban reavivar a Blanca Nieves -.Pero todo era en vano, la muchacha inmóvil, no daban ninguna señal de vida. Su aliento no empañaba el espejo que los enanitos le ponían cerca de la boca.Los siete enanitos lloraban amargamente la muerte de Blanca Nieves y no querían de ninguna manera separarse de ella. Tal era su belleza que al verla daba la impresión de que estaba dormida. Posiblemente pensaron, era víctima de un hechizo. Entonces decidieron ponerla dentro de una urna de cristal y hacer turnos para cuidarla.Un día un joven Príncipe que pasaba por el bosque oyó hablar de la hermosa princesa que yacía en la urna de cristal.¡Como quisiera verla! Pensaba mientras se dirigía a la casa de los siete enanitos.Al verla, el príncipe se enamoro inmediatamente de ella. - ¡Era la joven más hermosa que jamás había visto! - ¡por favor déjenme cuidarla! - suplicó a los siete enanitos -. Yo velaré su sueño y la protegeré por el resto de mi vida.En un comienzo los enanitos se negaron, pero después aceptaron pensando que Blanca Nieves estaría más segura en el castillo.Cuando los lacayos del príncipe levantaron la urna de cristal para llevársela, uno de ellos se tropezó y el cofre se sacudió. El trozo de manzana envenenada cayó de la boca de Blanca Nieves. Sus mejillas, hasta entonces de un pálido mortal, comenzaron a teñirse de rosa y sus ojos se abrieron lentamente. Los enanitos no podían contener su alegría, mientras el príncipe se arrodillaba al pie de Blanca Nieves.- Deseo con todo mi corazón que seas mi esposa - susurró el príncipe conmovido.Blanca Nieves que se había enamorado del apuesto príncipe, le respondió:- Sí, seré tu esposa.La boda se celebró con una gran fiesta. La malvada fue perdonada e invitada. ¡Pero cuando vio la belleza y dulzura de Blanca Nieves, se lleno de tal rabia y envidia, que cayó muerta al instante!Blanca Nieves y el Príncipe vivieron felices en un hermoso castillo, y los siete enanitos nunca tuvieron que regresar a trabajar a la mina de diamantes.


Fin.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Acertijos de animales



Cuando voy, vengo, cuando vengo,
voy; acierta quién soy...




Arrogante caballero
tiene capa de oro y
espuelas de acero.



El roer es mi trabajo
el queso mi aperativo y
el gato ha sido siempre
mi más temido enemigo.






domingo, 8 de noviembre de 2009

Poema

Una en una copa.



Una en una cuna.



Un en un hilo.


¿Estás loco? solo un poco.


¿Estás loquito? un poquito.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Cuento: "Lechucita va al cole".

En el tronco del árbol más grande del bosque vive una familia
de lechuzas.
Pero, es una noche especial. La pequeña Lechucita no tiene
ganas de ir al colegio.
Cuando a terminado el día...
Mamá Lechuza le dice:
-¡Vamos hijita, le vántate, que ya es de noche!
Te lavas el piquito, las patitas y te peinas las plumas de la alas.
-¡Venga!Volando, que llegamos tarde!
Pero esta noche, la pequeña Lechucita
no tiene ganas de ir al colegio.Cuando están de camino, mamá Lechuza tiene una idea:
- Vamos a hacer un pequeño ramo de hojas para tu maestra. Pararemos en ese árbol que tiene unas hermosas hojas marrones.
Pero esta noche, la pequeña Lechucita no tiene ganas de ir al colegio.Mamá Lechuza comienza a impacientarse:
- ¡Vuela más rápido! ¡No vamos a llegar a la hora!
Pero Lechucita mueve las alas lentamente porque, ¿sabéis una cosa?
La pequeña Lechucita esta noche no tiene ganas de ir al colegio.
De pronto, algo sucede. En la oscuridad de la noche, Lechucita ve a su amigo Buhíto.
- ¡BIEN!
- ¡Rápido, mamá, mueve las alas! Quiero entrar en clase con mi amigo Buito.
Así, la pequeña Lechucita llega puntual al colegio y le entrega el ramo de hojas a su maestra.
-¡Buenas noches!.
-¡Bienvenidos!.
Después, Lechucita y Buhíto se colocan en una fuerte rama junto a sus compañeros. Comienzan la clase cantando una canción:

"Las lechuzas y los búhos
somos como las estrellas,
nos gusta salir de noche
a mirar la Luna bella.
Venimos felices al colegio
y a cazar ratones aprendemos"

Mamá Lechuza regresa a casa tranquila.
Ha dejado a Lechucita con sus amigos en el colegio.
Todos están felices.
Fin.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

El colegio



En la clase de castellano la profesora nos hace meter en nuestro moodle ,


para así poder trabajar . Yo ya voy por el segundo nivel .


Es muy bonito ya que nos enseña muchas cosas como adivinanzas , cuentos , etc .


Hasta hora voy bien en el colegio con el catalán y espero seguir así


ya tengo amigos y amigas .


En la clase de asistir es muy bonita , ya que nos ayuda en cualquier duda que tenemos


la profesora se llama Paulina es muy buena y explica bien .





martes, 3 de noviembre de 2009

Adivina lo que es


¿Cuál es el animal que siempre llega al final?